Carol Rovira, la actriz de»Amar es para siempre» nos desvela sus próximos proyectos


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Hablamos con Carol Rovira, la actriz catalana que ha adquirido notoriedad por interpretar a Amelia Ledesma en “Amar es para siempre”. En ella vemos a una chica natural, cercana, muy amiga de sus amigos y, sobre todo, extremadamente trabajadora. En esta entrevista nos revela sus comienzos, su primeros proyectos en televisión, su actual participación en la serie diaria más vista de Antena3, las aventuras durante el rodaje de su próxima película en Argentina y también nos revela cuáles son sus planes de futuro.
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Cuéntanos cómo empezó todo. El que podríamos definir como “el origen” de Carol Rovira.
El origen es mi familia. En mi casa siempre ha sonado música y ¡siempre se ha habido mucha música y siempre se ha cantado con mucha emoción y convicción! Jeje. Desde pequeños, tanto a mis dos hermanos como a mí, nuestros padres nos propusieron estudiar solfeo y aprender a tocar un instrumento, y los tres accedimos. Yo elegí el clarinete porque me parecía estéticamente bonito. ¡Recuerdo que con ocho años ese fue mi único criterio! Primero empecé a tocar en la banda de mi pueblo pasodobles y temas de “pasacalles”, y con los años les pedí a mis padres que me apuntaran al conservatorio de música, donde también estudié canto. Posteriormente se me despertó curiosidad por la actuación, pero no fue hasta los diecisiete años que me fui a estudiar a Barcelona. Fue entonces cuando empecé mi formación actoral y justamente mis inicios fueron en teatro musical, porque me hacía muy feliz cantar y precisamente quería aprovechar mis conocimientos musicales.
Y si ahora te dieran a elegir, ¿con qué te quedarías? ¿Prefieres cantar o actuar? ¿Crees que es muy diferente?
Me quedo con todo. Lo que la vida me regale. Tengo claro que las dos cosas me llenan, cada una por su naturaleza. En mi opinión, interpretar un personaje es transitar por unas emociones ajenas a una misma, te da la oportunidad de vivir más vidas, conocer otras maneras de vivir y respirar.
Y la música es un lenguaje universal que nos une y que tiene la capacidad de hacernos vibrar cuando escuchamos una melodía bonita o identificarnos con la letra de una canción. Y ser la responsable de transmitirlo también me hace vivir por unos momentos esos sentimientos. En cierto modo, las dos experiencias se asemejan, ¡tienen una misma naturaleza!
Es cierto que ahora mismo me gano la vida haciendo ficción, pero cantar también me ha abierto muchas puertas, igual que el hecho de tocar un instrumento. De hecho, este año, como tengo más tiempo, he retomado la guitarra, que siempre he tocado pero de manera muy básica. Y no descarto que algún día me lo tome más en serio y grabe un álbum. ¡Todo se tiene que dar, tiene que surgir la oportunidad!
Y después de esos estudios de teatro musical, estudiaste en el Institut del Teatre, de donde han salido figuras muy reconocidas dentro del panorama actoral de nuestro país, ¿verdad?
Sí. De allí tengo los mejores recuerdos. Fueron unos años intensos de mucho curro pero también de compartir, de convivencia y mucha creatividad y juego. Recuerdo que había poco miedo a “equivocarse”, porque sabías que estabas protegido por esa burbuja, por tus compañeros y por el profesorado, y eso te animaba a arriesgar sin pensar demasiado. Podías permitirte equivocarte porque todavía no estabas en la “vida real, laboral”. Y eso hizo que creásemos momentos y piezas muy potentes. De hecho, a veces miro los vídeos de algún taller o alguna creación y me parece que fuera de ese contexto sería mucho más difícil crear una genialidad de ese calibre. Y eso se dio porque nos sentíamos libres, con ganas de comernos el mundo. Fueron unos años maravillosos y además tuve la suerte de formar parte de una promoción única. De hecho, allí conocí a los que ahora son mis mejores amigos, nos llevamos todos fenomenal y nos ayudamos en todo lo que podemos dentro de la profesión. No hay competitividad y eso hace que sea un grupo muy sano.
Sabemos que hiciste mucho teatro antes de empezar en la pequeña pantalla. Después debutaste en TV3 y de allí te fuiste al escaparate nacional de Antena3, donde estás trabajando en estos momentos en tu segunda serie para la cadena.
Así es. Recordar “La Riera” siempre me dibuja una sonrisa. Efectivamente, fue la primera serie de ficción que hice en televisión (TV3) y por la esencia de la chica que interpretaba (Susi Quiroga) y de todas las trastadas que hacía, ¡disfruté mucho! Era un personaje muy agradecido y aprendí mucho de Roger Casamajor, que era mi hermano en la ficción y con quien me entendí muy bien trabajando. ¡De ella aprendí a quitarle peso a las cosas y a reírme de mi misma!
Después vino “Presunto Culpable” (Antena3) donde interpreté a Maite Otxoa. Fue mi primer personaje de ámbito nacional y una gran responsabilidad poner voz a esa mujer porque tiene un peso importante en la trama y una cierta complejidad. Era un proyecto con mucha exigencia técnica y aprendí a seguir mil marcas en el suelo y a buscar esa precisión, ya que muchas veces no podías moverte ni un milímetro porque sino salías de foco.
Y después ya vino “Amar es para siempre” (Antena3), donde esta ya es mi segunda temporada interpretando a Amelia Ledesma, a quien le debo muchísimo.
¿Qué significa para ti trabajar en “Amar es para siempre” e interpretar a Amelia?
La verdad es que estoy en un momento de mi carrera muy dulce y enriquecedor, tanto a nivel profesional como personal. A nivel profesional, estoy haciendo un máster impresionante diario, no sólo por el ritmo del rodaje y el número de secuencias semanales que tengo que defender, sino también por el hecho de compartir elenco con actores y actrices que admiro e incluso llevo años admirando.
Y a nivel personal, poder dar voz a un personaje como Amelia significa muchísimo. Ver lo que esta trama está ayudando a personas de todo el mundo no tiene precio. Y también te hace reflexionar sobre los tiempos que vivimos y lo mucho que todavía queda por luchar y concienciar.
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¿En general, eres de las que les gusta saber la trama entera de tus personajes o prefieres ir descubriéndolo sobre la marcha?
Pues depende del proyecto. En Presunto, creo que como actriz era interesante saber hacia dónde iba Maite para organizar mi arco emocional: saber de dónde partía, para saber hacia dónde tenía que ir. Pero era una serie de trece capítulos con un inicio y un final.
En el caso de Amar, al ser una diaria, hay mucha trama por delante, así que tampoco te creas que nos cuentan tanto. Los guiones se van escribiendo a medida que avanza la trama. Eso sí, a principio de temporada nos reunimos con el director de la serie (Eduardo Casanova) y él se encarga de informarnos de lo imprescindible sobre nuestros personajes, aquellos datos necesarios para que sepamos hacia adónde vamos. La temporada pasada los guionistas de la serie nos demostraron a todos que podemos confiar en ellos, así que soy de las que pregunta poco cuando me los cruzo por el plató. Confío ciegamente. Creo también que como actriz prefiero que me sorprendan las escenas que vamos recibiendo semanalmente. Como yo lo veo, es un aliciente para ilusionarme cada vez que recibo los guiones.
Evidentemente, en esta nueva temporada ha habido un cambio en los personajes, no sólo físicamente, sino también ha cambiado el contexto. No es lo mismo estar en París que en la plaza de los Frutos. Y ese punto de partida es fundamental tenerlo claro y ver cómo ha podido afectar a tu personaje. Pero a partir de aquí, prefiero ser sorprendida y ¡así, sorprender!
¿Por qué crees que la trama de Luimelia, como se ha bautizado la pareja de Luisita y Amelia, ha traspasado tantas fronteras a nivel mundial?
Creo que el hecho de poder identificarte con otra persona hace que de algún modo te pongan un espejo enfrente y entiendo que eso pueda ayudar en muchos aspectos. Y no sólo a las personas afectadas directamente y que viven una historia similar a la de Luisita y Amelia. Ese espejo también ayuda a reflejar una realidad cercana: un vecino, una nieta, un hermano o una amiga. Y eso lo refleja todas las historias diarias que nos llegan a diario tanto a Paula como a mi. ¡Es alucinante!
¿Y por qué crees que la gente os cuenta sus historias personales? ¿Cómo lo vives? ¿Te gusta?
Para mí, es un gran aprendizaje, de alguna manera me nutre el alma. Al final, Amelia es un reflejo de todas esas chicas y muchísimas más que han existido, existen y existirán. Y poder tener ese contacto directo con ellas, sentirlas, escucharlas, en algunos casos haberlas conocido personalmente, abrazarlas, mirarles a los ojos,… es inspirador. Son mujeres valientes que han tenido y tienen que luchar por ser aceptadas, y eso les da un espíritu de lucha impresionante. Hay que dar voz a estos colectivos, representarlos todavía más en películas, libros, series… sin que eso sea un tema, porque es una manera de normalizar lo que en realidad es normal y, al fin y al cabo, agrandar ese maravilloso ejército ¡y empoderarlo más y más!
¿Nos puedes contar alguna historia que te haya llegado que te haya emocionado recientemente?
¡Claro! Hace un par de días, precisamente una amiga muy cercana, me explicó que le confesó a su abuela de 94 años que era lesbiana. Al principio la mujer se quedo asombrada, sin saber qué decir. Después le dijo que bueno, que eso de ser lesbiana últimamente era lo que se llevaba entre la juventud. Y mi amiga le hizo ver, precisamente utilizando el referente de la historia de Luisita y Amelia, que su abuela sigue diariamente, que querer a una persona de tu mismo sexo no es algo que está de moda, que precisamente en los setenta también pasaba y que, por lo tanto, ha existido desde siempre. Entonces su abuela asintió y le dijo que tenía razón.
Bajo mi punto de vista, ese “poder” de reflexión y autocrítica que genera la ficción, es fundamental y realmente necesario. Es un altavoz que hay que saber utilizar con mucha responsabilidad y conciencia y que, si se utiliza de manera inteligente, puede generar reflexiones muy positivas e integradoras.
En breve, podremos verte en “El camino real: la rosa del desierto”, película que rodaste este verano en Argentina. ¿Nos puedes explicar de qué va?
“El camino real: la rosa del desierto” es una película escrita y dirigida por Carina Boggeti y cuenta las aventuras de un profesor de historia (Damián de Santo) y dos de sus alumnos (Thiago Batistuta y una servidora) en busca de un tesoro jesuita. La rodamos entre los meses de junio y julio en diferentes localizaciones naturales de Argentina donde la orden jesuita tuvo influencia y donde aún hay vestigios de sus misiones. ¡Eso hizo que el rodaje en sí también fuera una aventura inolvidable! Yo siempre digo que es una especie de “Indiana Jones” a lo argentino con toques de humor, jeje. En principio, está previsto estrenarla en 2020. ¡Os iré informando!
¿Y a quién interpretas?
A Carmen. Es una chica catalana de padre porteño, que decide ir a terminar sus estudios a Buenos Aires. Es una mujer fuerte, decidida, intuitiva, tiene espíritu aventurero y es muy inteligente, por eso el profesor Bonfigli la invita a viajar para encontrar ese tesoro.
¿Algún recuerdo bonito o anécdota con la que te quedes de tu experiencia rodando?
Es difícil decidirme por un solo momento bonito, ¡ya que cada día estaba lleno de aventuras! Pero un momento maravilloso que nunca olvidaré fue en Seclantás, un pueblecito de la provincia de Salta en medio de montañas y valles donde nos pasamos una semana rodando por sus alrededores. Allí tuve la suerte de compartir habitación con Suna Rocha, cantante folklórica argentina a quien admiro profundamente. Nos quedamos más de una noche hablando hasta las tantas en la habitación. Me encantaba escuchar su voz grave, llena de vida, sabiduría y experiencia. Un día, el alcalde de la localidad nos quiso regalar una comida a todo el equipo. Contrató un grupo de música tradicional con instrumentos preciosos totalmente desconocidos para mí, que ambientaron la velada. Prepararon un buen asado, cocinaron tamal, humita (comida típica de allí) y trajeron mucho vino de la zona. Bailamos y cantamos hasta las tantas. Yo, quizá porque me había bebido un par de vinitos ricos, me animé a pedirle a Suna de cantar con ella alguna canción. Me preguntó cuál y yo le dije sin pensarlo “Alfonsina y el mar”. No me sabía la letra entera, así que un compañero me la puso en el móvil. Suna me sugirió empezar ella la primera estrofa, que yo siguiera con la segunda y reencontrarnos en el estribillo. Y así lo hizo. Me quedé paralizada al escuchar la fuerza de su voz, pero no me amilané, me moría por compartir con ella esa canción. Así que, cuando llegó mi momento, ella me miró e inmediatamente ojeé la pantalla del móvil para leer la letra pero… ¡Sorpresa! Se había acabado la batería y el móvil estaba apagado. Y lo que vino ya casi ni me acuerdo. Mi mente se nubló. Quería reír y llorar a la vez mientras todo el mundo nos observaba expectante y algunos me llamaban por lo bajini “valiente”, por haber tenido el coraje de pedirle a la gran Suna Rocha de cantar con ella. Al final llegamos al estribillo, que sí me sabía, y salí adelante leyendo como podía sus labios, mientras ella intentaba vocalizar exagerada y lentamente las palabras de esta hermosa canción. No fue mi mejor actuación, os lo aseguro, pero me sentí orgullosa de haber compartido adrenalina con esa gran mujer, a quien le aseguré que, algún día, ella y yo nos reencontraríamos y volveríamos a cantar “Alfonsina y el mar”, esta vez, le prometí saberme la letra entera a la perfección.
Y ya para terminar, cuéntanos cuales son tus planes de futuro. ¿Qué te gustaría seguir haciendo?
Me gustaría seguir creciendo como artista, hacer proyectos en los que pueda aportar no sólo entretenimiento, sino también reflexión y cambio. Me gustaría hacer más cine y viajar más con mi trabajo, como hice este verano en Argentina. También me gustaría poder vivir más de la música y poder compaginar por igual las dos facetas. Casi nada todo lo que quiero… Así que, ¡a seguir trabajando!
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Fotografía: Jesús Romero De Luque
Mua: Pablo Macías
Estilismo: Ivan Aguilera
Localización : Café Run Run Run
Agradecimientos : Maison Mesa y Bryant Park Comunicación
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